lunes, 16 de junio de 2008




Verdad y libertad

Juan Díaz Zamúzi

MEC- Educación No Formal
Montevideo - Uruguay
7/4/2007

Procedimientos prácticos para alcanzarlas
Cuando leemos u oímos las mediáticas discusiones actuales, podemos notar, en la mayoría de ellas, las dificultades existentes para manejar razonablemente “la verdad”.
No obstante, para poder lidiar con las “teorías de la verdad”, no es imprescindible tener que soportar un tratado de lógica y filosofía del lenguaje, ni siquiera preguntarnos sobre “lo que es la verdad” y adentrarnos en “las teorías de la verdad”.
Porque es más útil considerar cómo, en la vida cotidiana, nos manejamos para entender y decir lo que es falso y optar por lo que es verdadero, logrando así una visión suficientemente eficaz que nos permita, no sólo caminar por un sendero más seguro y honesto en la común búsqueda personal y social de la verdad, sino también, convertir toda discusión en una oportunidad que lleve a encontrar una solución para el diario problema de lo verdadero.
Esto es, darnos criterios y procedimientos metódicos para manejar la verdad en nuestra vida cotidiana y, al mismo tiempo, una mejor base para encontrarla en el debate nacional e internacional, desde una perspectiva menos falaz y más acorde incluso con la academia filosófica actual.

Nuestros procedimientos.
Ya los griegos de la Grecia Antigua, aprendieron y nos enseñaron a lidiar con la verdad de cuatro modos que, veámoslo, no parece hayamos mejorado mucho.

Primer modo.
La primera enseñanza que nos legaron es que la verdad podía ser obtenida por la consulta a un Oráculo. En este caso, no se trataba de oír y luego descubrir la verdad, entender la evidencia contenida en la expresión oracular, pues lo que el Oráculo pronunciaba ya era la verdad y, por lo tanto, también implicaba lo que se debía hacer, porque el Oráculo, al decir la verdad, también establecía una misión para quien la escuchaba: la de actuar según ella, la de defenderla y efectivizarla, la de imponer la ejecución de tal verdad. Este procedimiento actualmente puede parecer muy lejano y extraño a nosotros pero, en nuestra vida cotidiana, en buena parte de lo que decimos y hacemos, seguimos guiándonos, aceptando y defendiendo expresiones oraculares. Esto conviene detectarlo (a veces denunciarlo), incluso como un ejercicio que nos permita desarrollar nuestra razonabilidad, porque en realidad, en nuestra sociedad local y global existen y se manejan innumerables enunciados “oraculares”, es decir, entidades que enuncian la verdad que, además, ha de ser sostenida, defendida y cumplida por quien la escucha. Aquí, no se trata de profecías pues, no hay en el Oráculo, una “visión” que debe efectivizarse. Lo que el Oráculo hace es enunciar “frases sabias” (o sabihondas), tan indiscutibles que muchas veces son verdades asimilables a las llamadas verdades “de fe” o “reveladas” que nos colocan en el rumbo de la acción obligada, que acepto, defiendo y efectivizo porque, previamente, acepté someterme al Oráculo.

Segundo modo.
En el segundo modo, la verdad puede ser obtenida a partir de la tradición. En este caso, hay también poca discusión sobre descubrir, oír o realizar la verdad. La cuestión aquí es la de seguir, la de mantener lo que es verdadero. Las costumbres, las reglas de las instituciones, las leyes locales, los enunciados consagrados, las experiencias consagradas, por quienes, muchas veces, dicen saber ya lo que se precisa conocer.

Tercer modo.
En este tercer modo, la verdad puede ser alcanzada, a partir de la razón y, orientados por ésta, a través del trabajo de investigación empírica. Entonces, por ejemplo, podemos pensar que si tenemos un enunciado válido, podemos proceder por deducción – una vía segura – o por inducción – una vía menos segura y, así, obtener otros enunciados que diremos que son verdaderos. Podemos entonces lograr, guiados por la razón, por la experiencia, con nuestro sentido común, ciertos enunciados y teorías.

Cuarto modo.
Finalmente, muchos de nuestros enunciados verdaderos son fruto de la discusión en el Ágora, o sea, en la asamblea política de la ciudad, del país o del mundo, ahora y cada vez más, una asamblea mediatizada por los medios de comunicación. En este modo, el juego retórico y la confrontación de opiniones es un elemento clave para que, al final, digamos “he ahí algo que yo, frente a la fuerza de las argumentaciones, debo, no puedo hacer otra cosa que considerarlo como verdadero”.
El punto de llegada aquí es el consenso político y este consenso, entonces, es la “verdad práctica” obtenida.

Conclusión.
No parecen existir más opciones fuera de estos cuatro tipos de procedimientos y, dentro de lo que podemos ver en nosotros mismos y en nuestras sociedades liberales, es a través de estos cuatro procedimientos que ejecutamos y se ejecutan las búsquedas prácticas de la verdad, discernimos y se discierne lo que es verdadero, incluso en la maraña mediática de noticias que, más o menos manipuladas, nos llegan como mensajes muchas veces provenientes de los “oráculos” de turno.

Verdad y libertad.
Es interesante ver que, toda vez que se elimina uno de estos cuatro procedimientos en función de las otras, o elegir sólo uno de ellos como el oficial y único, se va contra algo más precioso que la verdad: la libertad. Y es que la verdad es función de la libertad, puesto que, la verdad, se aclara en la medida que contamos con más y más libertad para alcanzarla. Por ello, propongo aquí, tender a no tener una “teoría de la verdad” y preferir sólo examinar estos cuatro procedimientos por los cuales llegamos a la verdad justificándola, esto es, no haciendo sino agrupar justificaciones. De modo que, entonces, la verdad sería lo “bien justificado, aquí y ahora” y, en esta cuestión, lo que hay para discutir, o lo que vale la pena discutir, no es lo que los lógicos y filósofos del lenguaje tanto discuten y, en cambio, sí importa lo dicho antes, esto es, la cuestión de los procedimientos con los cuales llegamos a afirmar que un enunciado o un conjunto de ellos es verdadero. Quiere decir también que, desde el punto de vista de una filosofía interesada en las transformaciones sociales, el foco de la discusión, debería ser, la libertad como escalón para la verdad, y no exclusivamente la discusión sobre los criterios de la verdad. Me parece importante, entonces, fijarnos y apuntar más a los procedimientos de búsqueda de la verdad, sobre cómo manejamos el Oráculo, la Tradición, la Razón y el Ágora, esto es, cómo es que, en nosotros y nuestra sociedad, esos procedimientos están funcionando.

Tal vez eso nos dé una tarea útil, en la medida que, además, este planteo puede ser transformado en una agenda de análisis crítico de la filosofía política que se está manejando en nuestra sociedad, donde hay y habrá que debatir, tantos temas que nos preocupan, de una manera mucho más razonable, cuidadosa y, sobre todo, más útil.

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