lunes, 16 de junio de 2008




El espacio educativo desde el mundo imaginal

Apolline Torregrosa Laborie
apotorregrosa@hotmail.com

Universidad de Barcelona – Universidad René Descartes, La Sorbonne

Resumen
En esta comunicación se trata de evidenciar la trascendencia de las relaciones profesor(a)/alumno(a) desde la educación artística. Me dirijo a la educación artística como espacio de compartir imaginarios, de generar experiencias, vivencias para una relación entre los fenómenos sociales, sus significados visuales y la propia identidad (del alumno, del profesor, de lo social). En este sentido, es importante analizar como dentro del espacio educativo, con el estudio de la cultura visual, nos permite acercarnos los unos con los otros, generar un espacio de aprendizaje, donde también deben considerarse los aspectos emocionales y los imaginarios donde nos identificamos. La cultura visual, en este sentido, permite las relaciones sociales, la interacción para crear este espacio de estar-juntos. Es por ello que se trata, con esta presentación, destacar la importancia del análisis del mundo imaginal, de la cultura visual dentro de los espacios educativos como parte de la dinámica de las relaciones sociales, en la que se hace trascendente la relación profesor(a)/alumno(a).

Palabras Claves: Interacción, trascendencia, imaginario, social

La relación profesor/alumno dentro del espacio educativo

Analizo la relación que se establece dentro de los espacios educativos, siendo principal la relación profesor/alumno. Esta se establece como una relación dependiente, unida, la que conforma el espacio educativo. No una relación lejana, independiente, basada solamente sobre el conocimiento, pero una relación que se teje, se entrelaza, se anuda, vivo, cercano formando un estar-junto (être-ensemble) según M. Maffesoli (2007). En ello se debe considerar el afecto, donde esta implicado las emociones, porque es una relación directa de dos personas, una relación inter-individual según Ortega y Gasset (1957). Él nos habla de la relación en convivencia, una relación de reciprocidad. Es una nueva realidad de noster, de nosotros (porque implica el « otros » en la misma palabra : « nos-otros »), una relación con el otro, donde a medida que me acerco del otro, se precisa y se distingue de los otros, y hace parte del “nosotros”. El otro se vuelve cercano y no se confunde más, se vuelve único y común. Es aquí que aparece el “tu” más intimo, que participa del “nosotros”, es la relación con el otro, una persona que ya no me es indiferente, aunque al inicio era indeterminado y se convierte finalmente en mi realidad social. Esta relación, esta interacción de individuo a individuo, en un espacio de reciprocidad, de « nosotros », se acerca formando una unidad colectiva o un espacio de « estar-juntos ». El espacio educativo implica esta proximidad, de acercamiento, de grupo, de « nosotros », en reciprocidad, en interacción, donde poco a poco el otro no me es más indiferente sino que todo hacen parte de la dinámica del acto educativo al cual participan.

Esta relación educativa corresponde al estado actual de las relaciones de sociedades, en la post-modernidad, donde las relaciones sociales, las de la vida diaria, de las instituciones, se vuelven relaciones animadas vivida día al día, de una manera orgánica ; basada sobre lo que es del orden de la proximidad. Si observamos la sociedad actual, se ha establecido una forma de solidaridad social que se elabora a partir de este proceso de relaciones, interacciones. Como explica M. Maffesoli (2007), una sociedad basada en la simpatía universal del hombre con su entorno natural, desarrollando una empatía particular con el entorno comunitario. Un simpatía que se determina por sus lazos existiendo desde la emoción, la solidaridad. Estas relaciones, interacciones se producen en paralelo o en « subterráneo » del sistema de las instituciones, pero son esenciales para que continúe la dinámica de la sociedad. Es así, que pensar en estas interacciones en una perspectiva fenomenológica, esas relaciones sociales, y como se generan, como se une la gente, como estas situaciones, estas solidaridades hacen parte de un conjunto, de un ambiente emocional, afectuoso, como indica M. Maffesoli (2007), un ambiente hecho de imaginarios de diversos ordenes, puede permitir de comprender como esto constituye el tejido de la sociedad.

Imaginarios y educación

En este nuevo estado de la sociedad, que se organiza alrededor de las relaciones sociales, en una organicidad dinámica, viva, podemos observar que estas relaciones se ordenan por sus experiencias intensivas, experiencias estéticas como determina M. Maffesoli (2007). Esas experiencias reactivan las emociones, el afecto que esta al origen del reencantamiento del mundo. Un reencantamiento donde la experiencia es estética, porque participa todos los elementos de la existencia, donde los imaginarios hacen parte de la vida societal. Estos imaginarios, estas experiencias que los constituyen, se componen de lo sensible, de lo emocional, el cuerpo, la comunicación, la cultura, lo visual. Es por ello, que es importante estudiar particularmente los procesos que se generan dentro del espacio de la educación artística. Educación artística en el sentido del estudio de cultura visual, entendida como las imágenes, los elementos visuales que participan de mi entorno y de sus imaginarios. Estas imágenes tienen un rol en estas experiencias porque hacen parte de su entorno y de sus relaciones, de la dinámica de esta interacción. Las imágenes permiten la puesta en común, el reconocimiento, la pertenencia, dan forman a la intimidad de un grupo, de un imaginario al cual hacen parte. En efecto, es por que es cercana que la imagen permite la comunicación, porque esta inscrita en un contexto, aunque sea reducido a un solo grupo, hace parte de su intimidad.

Podemos entonces considerar la educación artística como espacio que favorece esas relaciones, como espacio de interacciones y que también permite la comprensión de nuestro entorno. Permite de establecer conexiones entre las producciones culturales y la comprensión de cada persona, según F. Hernández (2003). Permite la comprensión de los objetos, de las producciones de nuestra cultura, pero también los artefactos de otras culturas, y a través de estos, comprender su universo simbólico. Por lo tanto, la educación artística es importante en el sentido que permite una nueva comprensión de nuestro entorno visual y de nosotros mismos. Por ello, el esfuerzo de la enseñanza del arte es, entonces, de contribuir a la comprensión del panorama social y cultural en el cual vive todos los individuos, para poder comprender los mundos sociales y culturales según Arthur D. Efland, Kerry Freedman y Patricia Stuhr (2003). M. Maffesoli (2007) aporta que el hombre, reconociendo lo que es, un ser sensible, acceda a la humanidad, es decir a las relaciones con los otros. Es dentro de esta realidad de la enseñanza artística que se sitúa esta comunicación, una educación artística que permita el compartir nuestros imaginarios, re-elaborarlos y re-significarlos. En ello, la relación profesor/alumno no se basa sobre el individualismo de los actores, sino un espacio que se conforma por estas dos personas, un espacio nuevo, dinámico y atemporal que comparten y que experimentan, como lo dulce según Fritjof Capra (1994).

Así, hablamos de una educación que permite estos encuentros, encontrar lo que me une a los otros, que me relaciona con ellos, que me hace participar de este tejido societal. Por ello, es importante el estudio particular de la educación artística que considero como un espacio privilegiado para permitir las experiencias estéticas, que nos acercan de los imaginarios, de los nuestros y los de los otros. La cultura visual hace parte de nuestro entorno y su comprensión es importante para conocer de que participo, participamos, permite establecer correspondencias y favorece las interacciones.

A modo de síntesis

Es aquí que encuentro la importancia de estudiar las relaciones que se establecen, porque es importante de revelar como en nuestro aprendizaje las experiencias y la interacción con los otros son esenciales. Son relaciones sensibles, porque implican la subjetividad, lo emocional, porque son cercanas, participan de la intimidad de los individuos, y así conforman la educación como orgánica, como un tejido de relaciones vivas. Aquí lo importante se centra en la dinámica, el espacio que se genera de esta relación profesor/alumno, como parte del conjunto global y así como revelador del ambiente, del tejido societal sustentado sobre la solidaridad y la simpatía, o diría el amor.

Es así, desde esta reflexión, que la vida social se nutre, se alimenta sobre una amplia correspondencia, cuyas redes entremezcladas constituyen la trama de la organicidad compleja. Desde esta realidad, es posible imaginar una educación orgánica, o sistémica, la educación como un tejido de relaciones vivas, personales, sociales, que se influencian mutuamente de un modo dialéctico. Por lo tanto, las relaciones educativas no pueden ser analizada como un hecho aislado, sino como un tejido unido al todo, que debe comprenderse en su totalidad, no solamente desde esta relación. Es un elemento que compone la vida, del individuo, del profesor, y del sistema en su totalidad. Esto hace que el sistema sea vivo, que se basa sobre las relaciones, sobre las personas, sobre la cultura, sobre la sociedad, es el sistema social de la vida, lo que denomino como relaciones nutritivas con el entorno.

Bibliografía consultada

Gilbert Durand (2000). Lo imaginario
Barcelona, Ediciones del Bronce

MICHEL MAFFESOLI (2007). Au creux des apparences
Paris, La table ronde, la petite vermillon

GEORG SIMMEL (1986). El individuo y la libertad, ensayos de crítica de la cultura
Barcelona, Ediciones Peninsula

J. Ortega y Gasset (1957). El hombre y la gente
Madrid, Revista de Occidente

CAPRA, FRITJOF (1994). Sabiduría insólita.
Barcelona: Editorial Kairos.

Fernando Hernández (2003) – Educación y cultura visual
Barcelona, Octaedro, EUB

Arthur D. Efland/ Kerry Freedman/ Patricia Stuhr (2003). La educación en el arte posmoderno
Barcelona: Paidos


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