lunes, 16 de junio de 2008




Educación y patrimonio: cultura de la recepción y visitación


Apolline Torregrosa Laborie y Marcelo Falcón Vignoli
apotorregrosa@hotmail.com, textual27@hotmail.com

Universidad de Barcelona – Universidad René Descartes, La Sorbonne
Asociación Cultural Sousencre, France.

Resumen
Se pretende reflexionar dentro de un grupo de trabajo que quiera analizar la relación trina: educación, patrimonio y actividades generadas desde las acciones asociativas (Asociación Cultural). En tal sentido, se presentará la experiencia desarrollada en Francia y España, por la Asociación Cultural Sousencre, France, en los Castillos de la Ruta de Aveyron (Francia), y la Escuela de Bellas Artes (Diputación de Cáceres), y el Museo Pedrilla (España), en el marco de encuentros sobre la Cultura de la Recepción y la Visitación, creados por la asociación francesa. Donde es de destacar sustancialmente, que en tales encuentros culturales, se desarrollaron actividades educativas, a cargo de un grupo de educadores y artistas en viaje (nómades), pertenecientes a España, Uruguay y Francia.

Palabras Claves: Recepción-visitación, memoria, tejido, experiencia, conectividades

Desde la asociación cultural, nuestra experiencia

Presentamos esta comunicación a partir de las actividades culturales desarrolladas en Francia y España, propuestas desplegadas por la Asociación Cultural Sousencre. Esta asociación ha sustentado su accionar, en lo que ha denominado: Cultura de la Recepción y la Visitación, con el objetivo principal, de re-ligar las personas entre si y con el tejido social, a través de propuestas artísticas y educativas. Para ello se han desplegado encuentros culturales, en los que se desarrollaron diversas experiencias desarrolladas por educadores, que podríamos decir, en situación de viaje. La Cultura de la recepción y la visitación, debe comenzar a entenderse fundamentalmente, desde la visión de la asociación, como una reacción a una realidad social e individual, donde en profundidad, nadie espera a nadie. Quizás, sí! si aquel encuentro, es estimado por su valor de utilidad, y no como un bien en sí mismo (recibir al otro no como persona y sí como mercancía). Por lo tanto, tales actividades se proyectaron como oportunidad de ”reliance” (Michel Maffesoli), para una verdadera y sustancial transformación individual y colectiva a través de experiencias educativas-artísticas. En este sentido, en la mesa de dialogo del congreso, intentaremos compartir la sustancia de las actividades desarrolladas y sus resultados manifiestos, siempre en relación con los conceptos de recepción y visitación. En esta dirección, este texto, estas experiencias educativas desplegadas por la asociación mencionada, van en busca de una reliance con todas aquellas experiencias y reflexiones que otros educadores y actores culturales, han generado y vivenciado en este sentido, tanto en espacios culturales, como sitios patrimoniales, museísticos, etcétera.

Los espacios culturales y su público.

Considerando los lugares del patrimonio histórico y/o los espacios museísticos como un lugar de intersección entre el público y las acciones educativas, es importante analizar tales tipos de relaciones . Para ello, se debería tomar como muy significativo, la rica realidad, de encontrarse siempre ante un público diverso, es decir, que no es heterogéneo (Hooper Greenhill, 1998). En este sentido, encontramos que la mayoría de las actividades desarrolladas en estos espacios, no tienen en cuenta tal potencial. Y una evidencia de ello, es que todas sus actividades o son iguales, o se dirigen al público reunido como si fuera un solo organismo, descuidando las realidades individuales. Y esto quiere decir, los deseos, necesidades y expectativas de cada uno de los visitantes. En este sentido entendemos a Fiona Combe Mc Lean, (en Kevin Moore, 1998: 357), que nos señala que los visitantes vienen por varias razones, en las que podemos situar la curiosidad entre ellas, sus necesidades por adquirir nuevos conocimientos, como también su ansias de distracción, etcétera. Además, nos explica, que a todos se les trata de la misma manera y que se le da la misma información, homogeneizando el grupo. Los visitantes despiertos, esperan cosas distintas de estos espacios, pero lo único que obtienen, es el acceso a exposiciones de objetos y/o a visitas con un discurso-monólogo. Es exactamente esta realidad, la que encontramos en los sitios patrimoniales, donde lo único que se propone es una visita guiada basada en la historia del sitio, o actividades lúdicas en relación a la edad media o caballeros sin ningunos aspectos educativos...

Desde las acciones asociativas, nos hemos enfrentado a la constatación de dicha problemática, donde por ejemplo, los visitantes siempre son considerados como turistas aunque sean lugareños, y fundamentalmente como un número más que engrosaría el turno de visita y aumenta la venta de entradas (grupos a modo de ganado con valor económico). Es decir, que a tales visitantes, durante su pasaje por tales lugares, se les aguijonará-superficialmente, con todos los datos posibles y relatos anecdóticos elaborados por los políticos de la zona, del lugar. De esta manera, se puede constatar que se pasa de uno a otro, sin ninguna diferencia. Y en esta situación, los monitores o guías, colaboran sumisamente, esperando quizás en el mejor de los casos, practicar sus idiomas adquiridos. Es en este sentido que la atención a los visitantes en los sitios patrimoniales, debería cambiarse por el desarrollo de propuestas educativas ligadas a los sitios específicos, y así ofrecer sustancialmente experiencias nutritivas para todos. Y es en este sentido, que toma significación el concepto de la recepción y la visitación, como una realidad relacional viva y fermental. Este sería el verdadero sentido de esperar al otro, este sería el verdadero sentido de visitar al otro.

Además, podemos reforzar lo establecido, con el planteamiento de Roberts(1997) que nos invita a preguntarnos sobre que podemos aprender de los visitantes. Y con esto, lograr establecer un verdadero encuentro con ellos. Sin duda, los visitantes deben poder tener herramientas para interpretar las experiencias que les ofrecemos en tales lugares. Para eso se debe contextualizar y aportar nuevas interpretaciones entorno a los discursos y a las narrativas de estos espacios, crear situaciones para un aprendizaje significativo y critico tanto para profesionales como para visitantes. En este sentido, José Jiménez (1998), afirma que podemos hablar de “el nuevo espectador”, de un público nuevo, que necesita participar y con más exigencia, que actúa como elemento central en los cambios y transformaciones del arte y de la cultura, de aquí la necesidad de replantear los sistemas de recepción de las exposiciones y de estos espacios, situando el público en una nueva relación con la institución y las obras. Por ello, John G. Hanhardt (1998) nos dice: “En el centro de este complejo de cambios y retos está la audiencia, una mezcla fluida y mundial de comunidades y culturas que, en su apropiación de la cultura popular y corporativa, y en su desarrollo innovador de modelos regionales y transculturales, están desestabilizando y desafiando el paradigma histórico del mundo del arte occidental y de la nación estado.” (John G. Hanhardt en J. Jiménez, 1998: 95). Esto nos demuestra que los espacios culturales, artísticos, patrimoniales necesitan plantear una nueva gestión, una nueva proyección educativa, donde el visitante debería ser considerado como participante activo.

¿Cultura, patrimonio, turismo o economía?

Un factor determinante de los cambios que se generan en los museos y en todo el ámbito cultural, es donde la cultura se ha convertido en un recurso (George Yúdice, 2002). Más que considerar la cultura como distinción de clases, conocimiento, por sus contenidos, se considera ahora como recurso, insertándose en lo político, lo económico, y a veces más que un recurso, un pretexto para el progreso sociopolítico y el crecimiento económico. Así, se ha ido transformándose las definiciones de la cultura legitimándose como recurso, como utilidad. Por ello, desde está nueva concepción, desde los propios actores de los centros, la cultura ya no se experimentan, ni se valora, ni se comprende como trascendente. Los criterios de desvelar la verdad, desarrollar la razón sensible (M. Maffesoli, 2006), no podrán ser criterios que compita con otros centros o servicios sociales. Por ello Rifkin (2000) explica:

“Hay quienes aducen incluso que la cultura se ha transformado en la lógica misma del capitalismo contemporáneo, una transformación que “ya está poniendo en tela de juicio nuestros presupuestos más básicos acerca de lo que constituye la sociedad humana”. (Rifkin, 2000, citado en G. Yúdice, 2002: 31).

El hecho, es que la cultura da un sentido de pertenencia, de ser, de participar de esta cultura, un espacio de encuentro comunes a una sociedad, elemento que se ha hecho necesario para el concepto de recepción y visitación. Por ello es importante preguntar que implica y como podemos transformar la sociedad desde estas definiciones. El museo o patrimonio histórico aquí es un elemento clave para la representación de una sociedad, de una cultura, como elemento sobre todo de dialogo. Por eso, ya no es posible considerar la cultura como algo separado, aislado, sino tejido en la sociedad, en la economía, la política, donde se debe aprovecharlo como recurso para teñir estos ámbitos, creando una nueva instancia de sociedad. Aquí la intersección de estos ámbitos generan un nuevo espacio de dialogo, de encuentros de diferentes culturas, de recepción, de visitación, que permite que se constituya nuevas identidades y entidades en una realidad social cambiante. Los museos, los sitios patrimoniales como espacios de cultura pueden posicionarse como fuerzas performativas según los conceptos de Judith Butler (Citado en George Yúdice, 2002: 47), que permiten hacer converger las diferencias y las intersecciones posibles de las personas y las sociedades, permitiendo así un espacio desde lo social. Un espacio público, de aprendizaje, donde puede confluir en libertad los educadores, los profesionales de museos, los investigadores y cualquier visitante. En estas transformaciones, se convierte esencial el aspecto educativo y el público, desde la concepción de nuevo espectador en conjunción con los profesionales de museos.

Los espacios culturales como proyecto

Este intitulado se debe al libro de Olt Aicher (1994) denominado “El mundo como proyecto”, lo utilizamos en este contexto en el sentido de que los espacios culturales se podrían plantear como proyecto, desde el constante redefinir, adaptar, replantear según el contexto social, no como algo estable y fijo, sino un permanente proyectar, en proceso, donde las personas son las que determinan y van construyendo, reconstruyendo, desplegando sus significados. En este sentido Hooper Greenhill (1998), establece:

“Los museos y las galerías pueden, y deben, ser considerados como un terreno de nadie donde todos los grupos sociales y culturales tienen derecho a presentar su historia, su arte y sus costumbres, tanto a través de los fondos del museo como utilizando objetos de sus propios hogares y lugares de culto. Aunque todos los grupos culturales tienen sus propios rasgos característicos, todos ellos poseen necesidades genéricas de tipo humano y social.” (Hooper Greenhill, 1998: 139)

Lo que señala Hooper Greenhill (1998), hace más evidente la necesidad de redefinir los espacios museísticos y culturales, donde se incluya realmente a las personas, que sea realmente un espacio público, un espacio que permita las transformaciones, la interacción de significados que cada uno transporta. En este sentido, Alice Semedo (2006), nos comparte que la transformación de estos espacios museísticos o culturales es necesario, se deben convertir en centros vivos al servicio de la educación y la cultura (Canavarro, 1975:102, citado por Alice Semedo, 2006). Nos explica que esto solo se puede lograr si se abren caminos para aportar a la comprensión del mundo, con ello despertar el interés de los que transitan por estos espacios, y aportar a la experiencia del mundo. Por ello, Mota (1975, citado por Alice Semedo, 2006) habla de verdadera revolución, convirtiendo los museos y espacios patrimoniales en “centro de irradiación y concienciación de los valores que no son propios” (Mota,1975: 27, citado por Alice Semedo, 2006). En ello, implica estar adaptables según los diferentes grupos, momentos sociales, y establecer diferentes niveles de comprensión y participación, donde los profesionales son centrales en esta misión.

En este sentido, en el replanteamiento de los espacios patrimoniales y museísticos, se puede definir como un proyecto, donde cada parte sea realmente integra al proceso, como nosotros desde las actividades realizadas como asociación cultural (con fines educativos). Donde todos participan de las definiciones de los objetivos (desde la conciencia y el conocimiento), en dibujar lo nuevo, lo cambiante (siempre con valor nutritivo para el desarrollo social), donde cada uno podría integrar sus voces e interpretaciones, como un espacio de dialogo (que siempre implica definición), un espacio público para la sociedad, lo que son estos espacios en sí. Debería tener un rol educativo y alfabetizador en sentido amplio, y no solamente en cuanto a la comprensión de lo artístico o histórico. Pensamos decididamente, que estos sitios, como todos los del patrimonio, deben asumir con responsabilidad una propuesta educativa, apuntando al desarrollo humano y social, desde una plena actividad de la razón-sensible. En este sentido, generar dimensiones nutritivas, educativas, donde las personas se desarrollen verdaderamente. Por lo tanto, los sitios patrimoniales, los museos, perfectamente pueden organizarse como territorios abiertos (que permitan que las personas se entretejan con ellos), pero siempre de irradiación educativa.

En esta dirección, de una reliance con todas aquellas experiencias y reflexiones que otros educadores y actores culturales, han generado y vivenciado en este sentido, tanto en espacios culturales, como sitios patrimoniales, museísticos, etcétera, podemos preguntarnos:

¿Pueden ensamblarse, religarse convenientemente, armónicamente, en una dirección educativa las dimensiones económicas, políticas y culturales?
¿Pueden convertirse en espacio de diálogo educativo los sitios patrimoniales y museísticos?
¿Cuál es el verdadero valor del ser proyectual en estas realidades?
¿Cuál es la verdadera acción que deben desarrollar las asociaciones culturales?
¿Qué tipo de investigación sería posible desarrollar, para aportar sustancialmente en la nueva proyección de los museos y sitios patrimoniales?

Por lo tanto, en este sentido, parece importante identificar los puntos sustanciales para comprender en superficie y en profundidad la problemática a la cual nos enfrentamos. Y en este sentido que distribuimos estas preguntas a los participantes del grupo de trabajo para reflexionar y debatir sobre ellas. Pero entendiendo fundamentalmente estas dos preguntas:

¿Qué solución daría usted a estas preguntas?
¿Son las preguntas correctas?


Bibliografía básica

Henry A. Giroux (1992) – Cruzando límites, trabajadores culturales y políticas educativas.
Barcelona, Paidós

Luis Alonso Fernández (2001) – Museología y museografía
Barcelona, Ediciones del Serbal

Eilean Hooper-Greenhill (1998) – Los museos y sus visitantes
Gijón, Ediciones Trea

Pierre Bourdieu /Alain Darbel (2003) - El amor al arte, Los museos europeos y su público
Barcelona, Paídos

Howard Gardner (1994) - Educación artística y desarrollo humano
Barcelona, Paidós

J. Jiménez (ed.), B. Buchloh, N. Criado, R. Guidieri, J. G. Hanhardt, H.R. Jauss, E. Trías (1998) – El nuevo espectador
Madrid, Fundación Argentaria

Kevin Moore (1998) - La gestión del museo
Gijón, Ediciones Trea

George Yúdice (2002) – El recurso de la cultura, Usos de la cultura en la era global
Barcelona, Gedisa

Artículos

Alice Semedo (2006) - Poéticas de la profesión, museología en Portugal: La práctica de (re)producir significados - en Belda Navarro, C., Marín Torres, Mª Teresa
(2006), La museología y la historia del arte
Murcia, Universidad de Murcia

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